martes, 26 de julio de 2011

La respuesta a la espera del hombre

Redacción: Zico

Reflexión sobre la Catequesis preparatoria a la JMJ n° 2.

La vida del hombre en la tierra exige encontrar una respuesta a lo infinito. Esto pone al hombre en búsqueda, o en todo caso, "en espera". Pero... ¿qué se espera? o bien, ¿a quién se espera?.
El hombre -comenta Benedicto XVI- es un ser un tanto paradójico, pues siendo 'finito' ansía lo infinito. Pero además de ello, desde antiguo el hombre cayó en la tentación de negar su limitación, o bien de renegar su apertura a lo infinito.
La primera falla, se evidencia a través de la soberbia, de la sobreestimación. Un ejemplo llevado al plano ideológico, pero plasmado en la realidad, lo constituyen ciertas prácticas que pecan de cientificistas. El hombre, por ejemplo, se cree capaz de condicionar, poniendo principio o dando fin, a la vida misma.
La otra corriente la domina el escepticismo. El vacío a ser llenado por la Gracia Divina se profundiza cada vez más en el consumo de satisfacciones efímeras y limitadoras."¡Como si la multiplicación de lo limitado pudiese tener como resultado lo infinito!", ironiza el Papa.
Pero en el mundo no coexisten pretenciosos y escépticos; todos somos un poco de cada uno. "El problema -señala Benedicto- es que decir 'soy capaz de por mí mismo', o por el contrario, afirmar 'no es posible', son dos formas de censurar y negar la paradoja del ser hombre". Ambas son, a criterio del Sumo Pontífice, dos formas de abandonar la espera.

Se trata de una espera que el Antiguo Testamento exhibe y revela: es posible de ser sostenida en el conocimiento de que Dios sale al encuentro de un hombre aturdido por el pecado. Así comienza la Historia de la Salvación, que no es más que el salir al encuentro de Dios por su criatura creada a imagen y semejanza.
Este salir al paso no consiste en un "salvavida"; más bien, constituye un depósito de sobreabundancia, ya que Dios no abandona al hombre a pesar de su caída (ya sea en la soberbia del Edén, ya la idolatría al pie del Sinaí).
La respuesta de Dios consiste en Jesucristo: esta es la respuesta d Dios a la espera del hombre. "Sintetizando al máximo, el cristianismo dice de sí mismo esto: Dios envía a su Hijo".
Benedicto califica esta sentencia como "sencilla y radical", puesto que en el envío de Dios la sed humana queda saciada.
Pero el Hijo no es un mero enviado, no es un mero profeta. El hijo es "Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre", como reza el credo niceno-constantinopolitano.
Pero no queda todo allí: "Dios se ha hecho hombre para responder humanamente a nuestra sed". Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida verdadera, que sacian la espera del hombre.
"Si el cristianismo es Dios que envió a su Hijo, si Jesucristo es la respuesta que Dios ha ofrecido humanamente a la espera del hombre, entonces 'la cuestión fundamental' de la vida es encontrarse con Él", termina por concluir el Vicario de Cristo en su segundo mensaje previo al encuentro físico con los jóvenes de todo el mundo.

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