miércoles, 27 de julio de 2011

La espera del hombre halla una respuesta con nombre.

Redacción: Zico

La respuesta a la espera no son ni principios doctrinales ni un camino moral para seguir, sino un nombre, y no es otro que Jesucristo, Verbo divino hecho hombre, encarnado. Dios ha respondido enviando a su Hijo. Un Hijo al que podemos llamar por su nombre propio: Jesús.

La tarea de este hombre, que se reconoce insatisfecho y capaz de lo infinito -Capax Dei-, consiste en conocer, y conociendo, amar; y amando, imitar; e imitando, podrá testimoniar.

'Dios se ha hecho hombre' implica una afirmación tan simple que puede ser tomada con frivolidad, casi de igual manera que un 'hoy hace frío'. Pero un breve repaso y meditación de ciertas verdades alojadas al interior de tan simple proposición hacen salir de esta pasividad.

Antes que nada, "Dios se abaja para encontrar humanamente a los hombres", señala el texto catequético. Lo que la tradición cristiana denomina 'condescendencia', implica una humillación de Verbo Divino, quien se despojó de su condición, descendió de la eternidad, penetró en la temporalidad adoptando la condición humana por medio de una Virgen, y se hizo siervo y cordero para la oblación pura.
Significa toda una novedad en la historia de la Salvación del Hombre. Dios ya no habla por medio de profetas; ahora, quien hablará sera su Hijo. Los discípulos, primero azorados y luego crédulos, manifestarían a firme voz que no podrían callar lo que habían visto y oído de la Palabra hecha carne.
Este acto divino y humano -esta condescendencia- implica un amor gratuito y desbordante para con el hombre, única criatura capaz de entrar en diálogo con su Creador. El himno litúrgico Te Deum es prueba viva capaz de hacer comprender este rebajamiento."¡La Iglesia canta llena de asombro que a Jesús no le ha producido horror ser concebido en el seno de la Virgen!", concluye el texto.

Sin embargo, esta respuesta de Dios, manifestada como un "encuentro" y gesto de amor, precisa del recibimiento del hombre y de su aceptación de ese amor. La reflexión de la Anunciación bien lo evidencia. Dios ha querido venir, pero con la voluntad de una muchacha Virgen.
Dios respeta al máximo el don de libertad que obsequia al género humano. Por ello, el método elegido por Dios -el encuentro- exige al hombre la elección de seguir a Cristo en cada una de las instancias de la vida. El Evangelio abunda en numerosos encuentros de Jesús con los hombres de su tiempo. Allí, Dios elige llegar con palabra humana, a pesar de no haber mérito en la raza humana más ser la criatura hecha a imagen y semejanza. A fin de cuentas, el encuentro con Jesucristo pone al hombre ante la encrucijada de seguirle o dejarle el paso.
Este es sólo el comienzo, pues la decisión de seguirles -físicamente sus discípulos,espiritualmente nosotros- se pone a prueba día a día.

La Catequesis preparatoria a la JMJ N°3 culmina así: Una tarde, viendo que muchos le habían abandonado, «Jesús dijo entonces a los Doce: "¿También vosotros queréis marcharos?". Le respondió Simón Pedro: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6, 67-69). Dios se ha hecho hombre y nos ha salido al encuentro para que cada uno de nosotros, un día, podamos hacer nuestras las palabras de Pedro.

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